Marc Vidal (Rehset): “Los países que lideran la cuarta revolución industrial tienen pocas ayudas estatales”
El cofundador de Conector y actual responsable del área de innovación de Rehset considera que España está por detrás del resto de Europa en cuanto a transformación digital. El directivo lamenta que los políticos de España no se hayan tomado los avances tecnológicos "como algo preferente" y que no haya "ninguna política activa" en este ámbito.
Marc Vidal es el responsable del área de innovación de Rehset, una consultora especializada en transformación digital. Cofundador de Conector Startup Accelerator, el experto es también director y presentador de programas de economía en TVE, así como asesor del d-Lab de la Mobile World Capital para la identificación de proyectos que den respuesta a los desafíos de la sociedad digital. Vidal considera que en España falta permisibilidad por parte del Gobierno para que las empresas puedan avanzar en la adopción digital y defiende que "los modelos anglosajones permiten montar una empresa y, si las cosas salen mal, hay mil maneras de volverlo a intentar".
Pregunta: La transformación digital está actualmente en boca de todos los directivos pero, ¿qué implica exactamente esta conversión?
Respuesta: Hablamos de transformar empresas, organizaciones e incluso personas desde el punto de vista de que se adapten a los tiempos que vivimos. Cuando se incorpora al paisaje un término como transformación digital, que desde hace cuatro o cinco años todo el mundo utiliza o que todo el mundo cree que está utilizando, normalmente hay diferentes versiones de lo que realmente supone, sobre todo cuando tiene que ver con muchos asuntos que no conocían.
P.: ¿Es difícil llevarla a cabo?
R.: Hay quien considera que cuando la transformación digital se hace de forma integral es costosa, pero a esas personas les sugiero que se cuestionen lo costoso que realmente sería no transformarse. Lo que ya sabemos es que la transformación digital es la respuesta en estos momentos a las disrupciones. El problema llega cuando esa transformación digital se adapta simplemente de forma cosmética para decir que se están transformando y para que parezca que la empresa u organización es más moderna. La transformación digital tiene que ver con una estrategia integral de esa compañía, no en que el consejero delegado tenga Twitter.
P.: ¿Las empresas echan el freno ante la digitalización porque conlleva una gran inversión?
R.: Lo de la gran inversión es relativo. Hace cinco años, aquello que tenía que ver con la automatización vinculada a la lectura de datos era carísimo, pero hoy en día es razonablemente más económico. Tres años atrás, incorporar sistemas expertos o algo de inteligencia artificial para resolver elementos predictivos dentro de tu compañía para tener una oferta interesante hacia tus clientes valía una cosa. Hoy en día puedes utilizar derivadas que ofrecen empresas como IBM o Microsoft, lo que lo hace más asequible.
P.: La tecnología es ahora más asequible. Pero en el caso de los recursos humanos, ¿es más costoso conseguir profesionales y nuevos talentos?
R.: Sí, aunque es diferente en función del país. Hay algunos que en estos momentos están realmente en condiciones de incorporar a muchísimas personas que están preparadas en diferentes ámbitos de la transformación digital de las compañías.
P.: ¿Y España?
R.: España tiene muy buenos profesionales, pero creo que ahora mismo hay una necesidad importante de gente bien preparada que esté a un nivel estratégico: que no sea solamente conceptual, sino que tengan práctica en el desarrollo de proyectos de transformación efectivos e integrales. Hay mucha gente en un plano intermedio de lo que tendría que ser esa transformación de las compañías, que también es normal porque estamos al inicio de una revolución tecnológica vinculada a la transformación digital de las empresas.
P.: ¿Qué les falta a las empresas españolas para estar más preparadas para afrontar esta digitalización?
R.: Hay un problema con las empresas grandes: son muy grandes. Los procesos de cambio los sufren con lentitud y la suerte que han tenido hasta la fecha es que esa velocidad que les faltaba no suponía un problema. Pero la era digital les exige velocidad porque su competencia ahora mismo son las start ups que están naciendo por ahí y que son capaces de resolver problemas con una velocidad brutal.
P.: ¿Las grandes empresas van a la estela de las start ups?
R.: Hay tres estrategias, una es que es las compran para frenar esa potencial competencia, lo cual es un error porque saldrá otra. La segunda es que las compran para aprender y para adquirir cierta tecnología. La tercera es tal vez la mejor: acercarse a través de las aceleradoras corporativas a lo que podrían ser respuestas comerciales futuras para esa gran corporación.
P.: ¿Qué sectores han sabido adaptarse mejor a la digitalización?
R.: Están todos bastante desequilibrados. Hay sectores como el del retail que está trabajando duro, pero el problema es que tiene una confrontación con los grandes marketplaces. La industria de la banca, que llevaba un retraso importante y que iba muy a remolque de lo que pasaba, de dos años a ahora se ha dado cuenta de que las fintech no era una moda, ni eran un elemento añadido al paisaje digital, ni una palabra que estaría bien decirla en las conferencias. Se dieron cuenta de que las fintech les quitaban un porcentaje importante de su negocio y realizaron diversas estrategias para enfrentarse a ello.
P.: ¿Como cuáles?
R.: Por un lado, hay bancos que se han transformado digitalmente, fichando gente y estructurando un nuevo comportamiento, pensando que serán algo muy distinto de aquí diez años. Otros han decidido ir sumando ese talento a medida que las diferentes start ups les han dado un valor añadido a lo que ellos ya ofrecen. Y otras simplemente han comenzado a pensar que las fintech son sus competidores y se enfrentarán a ellas con servicios muy parecidos, aprovechándose de la credibilidad de que mucha gente prefiere su banco de siempre a una aplicación.
R.: ¿Algún otro sector destacable?
P.: El sector de la movilidad también está empezando a exponer cómo va a ser. La mayoría de marcas se están dando cuenta de que en el futuro no siempre venderán coches tal y como lo entendemos, sino que también van a vender un concepto de movilidad en el que las personas necesitarán de un vehículo durante un tiempo prudencial. El real estate se está transformando a través de aplicaciones que tienen que ver fundamentalmente con la intermediación. El sector de los seguros también está dando respuesta a un modelo por uso que se basa en que la gente pueda tener asegurado aquello que está utilizando durante el tiempo exacto en el que lo está utilizando, porque no lo quiere en propiedad. Pero eso no quiere decir que los sectores lo estén haciendo bien, sino que muchas empresas lo están haciendo bien mientras otras se lo miran todo de lejos.
P.: ¿Cree que son necesarias políticas más favorables por parte del Estado para que las compañías se animen a transformarse digitalmente?
R.: Yo no soy muy amigo de que Papá Estado lo pague todo. Creo que los países que están a la cabeza de la cuarta revolución industrial suelen tener pocas ayudas estatales. Lo que existe son permisibilidades que aseguran no arruinarse el resto de tu vida si algo no sale bien. Modelos anglosajones como el estadounidense, el británico y el irlandés permiten montar una empresa y si las cosas salen mal hay mil maneras de volverlo a intentar. En el caso de España estamos acostumbrados a que nos ayuden, y sin ello cuesta mucho más arrancar.
P.: ¿El progreso tecnológico debería ser una prioridad de la clase política española?
R.: ¿Alguien ha oído en los últimos años cuál es el plan integral para cambiar el modelo de crecimiento de este país, que vaya más allá de un elemento cíclico que tiene que ver fundamentalmente con el turismo, el sector inmobiliario o el sector servicios? Nos vamos a estrellar con este tema. No hay ninguna política activa en ningún caso y nadie se lo ha tomado como algo preferente. Y no se lo han tomado por una razón fundamental: porque no lo saben. No me creo que ninguno de los tipos que están ahora mismo al mando de los diferentes partidos políticos esté en condiciones de entender qué significa que Francia invierta 23 veces más que nosotros en cambiar el modelo de crecimiento vinculado a las nuevas tecnologías y a la sociedad del conocimiento y nosotros no. Ellos creen que con programas de ayudas al emprendedor y con poner emprendedor en entornos publicitarios es suficiente, y no lo es.
P.: Según el último Índice de Competitividad en Innovación del Foro Económico Mundial, España está situada en el puesto número 42. ¿Qué le hace falta al país para escalar?
R.: El tejido productivo y el modelo de crecimiento español va envejeciendo, porque se estructura sobre modelos de negocio cada vez más antiguos y no está basado en el valor añadido ni en la incorporación de la tecnología en todos los procesos de la industria. España es un país que ahora mismo tiene un modelo de crecimiento que depende en un 20% del turismo que, sinceramente, por muy moderno que consideren que es, todavía es fácilmente replicable en cualquier país de nuestro entorno. No puede ser que este país dependa todavía de reconversiones industriales que no se van a suceder porque los procesos no se están cambiando desde el punto de vista tecnológico.
P.: Existe un debate sobre la pérdida de puestos de trabajo a causa de la transformación digital. ¿Cómo afecta eso a las plantillas de las compañías?
R.: Alemania es el país más robotizado de Europa y, a la vez, es el país que está más cerca del pleno empleo. Por otra parte, Irlanda es un país que está creciendo notablemente en la automatización de múltiples industrias, como la agrícola y la cárnica, y esto genera muchas empresas añadidas que dan servicio a esa modernización. Uno de los países con menos robots, menos automatización y menos incorporación de nuevas tecnologías en los procesos es España, y es uno de los que tiene más paro de Europa. La casualidad no existe en la economía. Cuanta más automatización, más beneficio; cuanto más beneficio, más rentabilidad y, por tanto, más capacidad para invertir en personas porque son reubicadas para hacer otras cosas. El problema llega cuando un país decide que va a automatizarlo todo y ese cambio no es estructural y es simplemente cosmético. En ese caso, lo que hace ese país es eliminar personas para sustituirlas por tecnología y no transformar. El reto es utilizar el talento humano para que sea el valor añadido en la empresa automatizada.
P.: ¿Los puestos que se verían afectados serían los de aquellas personas con un nivel de educación más bajo?
R.: Conozco a varias compañías del ámbito legal que tenían en su estructura a personas que estaban muy bien formadas y que estaban en sus primeros años de ejercicio de su profesión que han sido sustituidas por un software. También personas que eran doctores y que estaban ofreciendo sus servicios de análisis de diagnóstico y ahora hay software capaz de determinar si el tratamiento es uno o es otro. Hay países que a ese doctor le dan el papel de interpretar el tratamiento que va a hacer ese software y sigue siendo doctor, y probablemente sea más doctor a partir de ese momento, mientras que en otros países simplemente lo despiden. Esa es la diferencia entre transformar un país o no.