Marta Fonda (Joinedapp): “España se dará cuenta de la necesidad de impartir nuevas tecnologías”
Fonda, que consiguió la primera beca de Ironhack, considera que la universidad se está quedando obsoleta y que su transformación puede ser crucial para las próximas generaciones de programadores de España.
Marta Fonda salió de la Universidad Rey Juan Carlos con sus títulos en Administración de Empresas e Ingeniería Informática bajo el brazo hace cinco años. Autodidacta y dispuesta a zambullirse de lleno en el sector tecnológico, dejó atrás la universidad con el objetivo de entrar en Google o Apple, pero la falta de experiencia le cerró estas puertas. No obstante, cuando se cierra una puerta se abre una ventana, y esa ventana llegó en forma de email: Ironhack iba a lanzar un curso intensivo de desarrollo web en Madrid. Fonda no dudó en apuntarse. Desde entonces, la programadora se ha convertido en la primera becada por la escuela de programación, ha respaldado el desarrollo de empresas como Floqq o Billin, ha pasado de alumna a maestra en Ironhack y ha vivido durante año y medio en San Francisco por el tirón de uno de sus proyectos. Ahora, Fonda está a punto de volver a cruzar el charco para instalarse en Estados Unidos de la mano de Joinedapp.
Pregunta: En la actualidad, la figura del programador está muy codiciada. ¿Era así hace cinco años?
Respuesta: Antes, los venture capital no eran muy activos en España y las empresas europeas no buscaban talento en el país de forma tan exhaustiva. Pero justo hace cinco años se produjo un movimiento muy vinculado a las start ups que sacudió al sector de los programadores. La universidad continúa siendo la misma, pero ciertas empresas como Ironhack han apostado por otra educación. La comunidad open source también ha evolucionado bastante, se celebran más hackathones y existen plataformas que han mejorado el acceso a tutoriales o cursos para aprender por otras vías.
P.: ¿Qué le está ocurriendo a la universidad?
R.: Se está quedando obsoleta. Antes, la forma de aprender en la universidad era a través de un libro, nadie se planteaba ver un tutorial a través de YouTube. El lenguaje de programación más moderno que vi en la universidad fue Python, nada de JavaScript, ni web, ni mobile… No me arrepiento de haber ido porque me ha dado otra perspectiva y me ha hecho madurar. Pero la propia universidad no se da cuenta de que se está quedando obsoleta. Se puede ser programador sin pasar por la universidad.
P.: El porcentaje de mujeres matriculadas a carreras técnicas representa el 35%, según datos de la Unesco. ¿Por qué es tan bajo?
R.: Hay tres factores: el estigma, la falta de información y que España continúa siendo un país bastante machista. En primer lugar, no es fácil entrar en una carrera en la que tienes que demostrar las habilidades que tienes sólo por el hecho de ser mujer. Que una mujer ocupe una posición de jefa aún genera inseguridad en el sexo contrario. Incluso en este sector, que supuestamente es más moderno, genera algo de rechazo. Se dice que no estamos diseñadas para este tipo de carreras. Yo opino todo lo contrario.
“Que una mujer ocupe una posición de jefa aún genera inseguridad en el sexo contrario”
P.: Y en cuanto a la falta de información, ¿cómo se soluciona?
R.: Por la educación. El otro día lo discutía en Twitter, para mí la solución no es ir a la universidad y decir que la ingeniería “mola”, sino ir a los colegios, donde las niñas y los niños quieren aprender y se sorprenden cuando ven que pueden hacer que una luz se encienda. Desde aquí se puede luchar para que entren en este sector y borren la idea de que estamos obesos mórbidos y nos sentamos mil horas delante de la pantalla. Por otro lado, hay países como Alemania donde la informática es una asignatura obligatoria. La informática es lógica, hace que tu cerebro piense y ejecute de una forma totalmente distinta. Y es crucial que un niño pueda ver eso. Y por último, el machismo. Parece que las cosas cambian, pero aún hay problemas para diferenciar el feminismo del hembrismo y muchos micromachismos que pasan desapercibidos. En Estados Unidos hay otros hándicaps, pero este no es uno de ellos.
P.: ¿Qué diferencias hay en el sector de la programación entre un país y otro?
R.: La gente tiene una mentalidad abierta, especialmente en San Francisco. Está predispuesta a hablar con gente de todo tipo y la cantidad de recursos es pasmosa. Las gafas de realidad virtual y los drones pueden estar presentes en una barbacoa, mientras que aquí en España la gente se reiría. Pero tienen otras carencias, como no saber desconectar del trabajo, la ansiedad o la presión.
P.: En España, el salario medio de un programador es más bajo que en el norte de Europa. En un momento en que la dificultad de encontrar talento es crucial para las empresas españolas, ¿qué pueden hacer para reducir la fuga de talento?
R.: Muchas empresas saben que el salario es importante, pero también hay otras cosas como la flexibilidad del horario, las oportunidades para aprender o el trabajo en remoto. Muchas compañías están entrando en este juego, y esto ayudará a que retengan talento. Seguramente, poco a poco, habrá más empresas que apuesten por ello. Compañías como Cabify, Spotahome o Carto empezaron con un pequeño equipo que apostaba por construir algo, pero a día de hoy ofrecen un abanico de posibilidades a sus trabajadores. El salario, mientras esté acorde al mercado, es una variable más a tener en cuenta, pero no es crucial.
“Cambiar los lenguajes de programación en las universidades será crucial”
P.: ¿Y en el caso de las compañías de mayor antigüedad?
R.: No están en igualdad de condiciones porque la falta de información sobre cómo funciona el sector es brutal, y esto puede llevar a que otros actores se aprovechen de la situación.
P.: ¿Cómo evolucionará la figura del programador en los próximos años en España?
R.: Existen dos tipos de programadores. Por un lado, los que están cómodos en un trabajo en el que ganan más o menos bien y saben que podrán ir escalando en la jerarquía empresarial, pero no acuden a meetups, no leen posts y no experimentan con nuevas tecnologías. Por otro lado, los programadores con un hambre de conocimiento voraz. El hambre es difícil de manejar, pero se puede lidiar con ella. Estas últimas figuras son las que un día pasan de ser un programador web a un programador de realidad virtual, big data, o lo que surja, y no tendrán ningún problema. Los primeros, aquellos a los que les cuesta salir de su zona de confort, van a tener un serio problema. España se dará cuenta de la necesidad de impartir nuevas tecnologías, por lo que cambiar los lenguajes de programación en las universidades será crucial.
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