El técnico, el gerente y el emprendedor

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El técnico, el gerente y el emprendedor

Descripción

Empecé mi carrera profesional de técnico en un ayuntamiento. Me fui, a los pocos meses, de puro aburrimiento. Seguí adelante de técnico por mi cuenta. Ganaba dinero, pero odiaba mi trabajo. Más aburrimiento. Empecé a gestionar a otras personas en mis empresas. Más aburrimiento porque me “faltaba algo” y no era capaz de saber qué. Gestioné también en empresas de otros y, al poco tiempo, el aburrimiento era de nuevo mi compañero. Quería perderle de vista, pero siempre nos encontrábamos de nuevo.

Busqué, busqué y busqué para librarme del aburrimiento. Pregunté, pregunté y pregunté a otras personas si tenían mi mismo problema. Pocas me dijeron que sí. Muchas me dijeron que el problema era mi impaciencia y mis ganas de darle la vuelta a todo.

Y tenían razón. El problema siempre fue mío. Por fin lo supe.

Y por eso seguí preguntando y buscando respuestas. Los libros son una gran fuente de respuestas para mí. Buceé en miles y miles de páginas preguntando y buscando. Y, al fin, encontré la respuesta que buscaba. ¡Qué alivio!

En un librito nada escondido. Un bestseller de empresa que yo no conocía. Allí estaba el meollo de la cuestión. ¿Qué es un técnico? ¿Qué es un gerente? ¿Qué es un emprendedor?

Lejos de pensar que un perfil es mejor del otro, lo que hice fue desnudarme e investigar qué estaba más representado en mí. Para mi pena, no tengo ese mix fantástico entre los tres, sino que uno pesa mucho más que los otros dos y es el que mantiene con el alma en vilo y los ojos brillantes cuando empiezo un proyecto. Es la falta del técnico y la falta del gerente la que llama al aburrimiento cuando la ejecución y la administración son las tareas más relevantes en el estadio de la vida de la empresa en la que estoy.

Dicen que, si tienes limones, haz limonada. Como no tengo alma de técnico ni de gerente, pues seguro que me quedaré atrapada en un ciclo de creación de empresas sin fin. ¿Es un buen futuro ese? Me consuela que hace unos días conocí a alguien en el que me ví reflejada. Había conseguido su limonada.

Yo ahora miro mi cesta llena de limones. Quiero preguntarle cómo hago la limonada. Los limones mordidos saben demasiado ácidos.