Cuando alguien me pregunta a qué me dedico y le respondo “a montar empresas”, su respuesta es, siempre, siempre, “¡qué valiente!”. Luego vienen las coletillas: “yo no podría hacer algo así”, o “seguro que tienes un montón de ideas” o cualquier otra alabando la valentía de las personas que deciden montar un negocio propio.
Sin embargo, yo no me siento en valiente en absoluto. Para nada. Se lo digo y me lo toman como falsa humildad. Y entonces ya no sé cómo explicarme mejor. No soy una persona humilde. No lo he sido nunca y no creo que pueda empezar a serlo ahora. Sin embargo, sí que no quiero que se me asignen cualidades que no tengo. Y una de ellas es la valentía. Entonces... Aunque me considero una emprendedora nata y mi trayectoria profesional así lo avala (independientemente de mis fracasos, que no son pocos), no soy valiente para nada.
¿Son el resto de personas que emprenden valientes y yo no? Puede ser. Pero, mi opinión después de reflexionar bastante sobre ello, no es esa. Creo que el emprendimiento no es de valientes, ni tampoco de cobardes. Creo que la valentía no tiene nada que ver con el montar negocios. Creo que lo fundamental es el ansia de libertad y de autonomía.
Estoy de acuerdo contigo en que todas las personas queremos ser libres, pero no todo el mundo está dispuesto a pagar el precio que cuesta la libertad. En muchas ocasiones, ese precio es vivir continuamente con miedo. Sí, con miedo a no saber si dentro de unos meses tendrás los ingresos con los que ahora estás contando como ciertos; o si esa persona que consideras clave para tu negocio va a estar de acuerdo con tu propuesta; o si vendrá un competidor y te fagocitará mañana mismo. Son miedos reales para cualquier persona que ha montado un negocio alguna vez. Esos miedos están ahí y te acompañan. Pero no determinan tu comportamiento, porque las ganas de libertad son más grandes. Infinitamente más grandes. Por eso son las ganas de libertad las que te mueven y te hacen seguir.
Personas de mi entorno prefieren la seguridad a tener miedo. Por ello, intercambian su tiempo a cambio de seguridad. De esa forma tienen lo que quieren: seguridad y miedo controlado. Lo que pasa es que he visto que, habitualmente, la seguridad y la libertad son justo los polos opuestos. Como de aquí a Lima. Si vas un poco más allá, ya estás volviendo.
La búsqueda de seguridad me aterra. Primero, porque no creo que exista realmente, me parece más bien algo que se quiere, pero que nunca se llega a encontrar. Segundo, porque no confío en que otra persona, más allá de mi familia, sea capaz de ocuparse de mi seguridad más que de la suya propia. Es la propia condición humana. Somos así. Tercero, porque la búsqueda de seguridad provoca fijarse en las pérdidas en lugar de en las potenciales oportunidades y ganancias.
El emprendimiento no es de valientes. Es de personas que buscan la libertad por encima de todo. Me siento así desde que nací. Queriendo ser libre y decidiendo cómo vivir mi vida.