No compensa ser la niña buena. Acabas viendo cómo tu mejor amigo se va con la malota, la que no hace caso de su abuela y dice palabrotas con labios sugerentes. No compensa tampoco ser el chico bueno, el que ayuda a los demás en clase. Verás cómo tus amigos y amigas siguen al malote, el que presume de conducir a toda velocidad y que dice palabrotas mientras se da golpes en el pecho.
Cuando te portas bien realmente consigues poco a corto plazo. Los que se portan bien resultan unos sosainas porque parecen el Pepito Grillo que destroza la diversión, tiran por la borda la adrenalina acumulada en el cuerpo y tienen voz de padre o de madre. Mola poco.
La mayoría de las mujeres de este mundo hemos sido educadas para ser las eternas niñas buenas. “Pórtate bien y el mundo te dará lo que mereces” es el mensaje con el que nos hemos criado y, como buenas niñas que somos, no lo solemos poner en duda hasta que la evidencia lo machaca delante de nuestros ojos.
Después de portarnos bien en el cole, en el insti, en las fiestas, con los mayores, con los profes, con todo bicho viviente, las buenas niñas esperamos que llegue el príncipe azul de nuestros sueños y que nos aparezca un buen trabajo, en una empresa con un buen nombre, donde poder dejar horas y horas cada día mientras esperamos, de nuevo, a que otra buena persona nos mire con buenos ojos y nos lleve de la mano en nuestra carrera profesional.
Conseguir lo que quieres no llega portándote bien. Al menos, no sólo con eso. Conseguir lo que quieres implica dejar de esperar e ir a buscar con todas las fuerzas. Entonces muchos y muchas dejarán de decir que eres una niña buena. Dirán que te empiezas a portar mal, porque pedir no es de buenos. Los buenos no piden, sólo esperan la voluntad.
Creo que me cansé de ser buena a los cinco años. Desde entonces pido lo que quiero, aunque a veces menos de lo que me gustaría. Me asaltan los remordimientos por no ser todo lo buena que debería, que los demás quisieran.
La sociedad necesita que millones y millones de mujeres dejen de esperar ahora mismo y que empiecen a pedir lo que se merece. Que será mucho en algunos casos y poco en otros. Los demás, haremos bien en animarlas a pedir a las que no se atrevan por los muchos años de anquilosamiento. Como sociedad, necesitamos a mujeres y hombres que van a por lo que quieren sin tapujos y sin remilgos. Necesitamos personas que avancen y que dejen de esperar.