Reflexiones entre cruasán y cruasán
Estos meses de justo antes del veranito suelen ser muy intensos en eventos. Todos nos esforzamos por hacer ver a los demás las bondades de nuestra propuesta de valor y los días transcurren entre eventos propios y de terceros, entre cruasán y cruasán.
Borbotones de eventos sobre transformación surgen en cada esquina de las ciudades y se cuelan en nuestras abarrotadas agendas, emergiendo como caracoles después de la lluvia. Y, en cada uno, te dices: “no puedo dejar de ir, me interesa realmente”. Y creo que no soy yo la única curiosa, porque me encuentro a caras amigas y conocidas en cada sarao al que voy.
Me encanta ir de cruasán en cruasán porque realmente aprendo qué es lo que se mueve en mi sector. Aprendo al escuchar éxitos y fracasos de otros, aunque éstos últimos son menos contados, también hay almas generosas que comparten sus experiencias negativas.
Entre canapé y zumo de tetrabrick encuentro a otros que me cuentan sus ilusiones y sus inquietudes. Muchas veces salen de allí otros cafés “bis a bis” muy productivos. También largas comidas que terminan en acuerdos win-win.
Seguimos asociando la comida a los negocios, porque es muy placentero comer y charlar. Y más aún si es con amigos. Porque es una verdad también que los acuerdos se hacen más sencillos cuando hay confianza por el medio. Y no hay nada más humano que la confianza en los demás.
Cuando vuelva a empezar la temporada de cruasanes, una vez terminado el veranito, me propongo hacer fotos de los pinchos y colgarlas en Twitter. Creo que me voy a ahorrar las fotos con vinos, sólo por si acaso. Disfruta de los saraos, del networking y de las relaciones basadas en la confianza, aunque sea con cruasán tieso y un zumo de tetrabrick.