Tecnología para amar y odiar
Es un día especialmente brillante. Hace una semana que no llueve y lo agradezco después de una larga temporada de mojarme cada día. No es que me importe demasiado, pero agradezco el estar seca. Con paciencia, subo desde el río a un abrigo rocoso en el que suelo pasar el tiempo cuando no tengo hambre. Con mi edad y mis hijos ya mayores, es un lugar que me da tranquilidad. Aprovecho para ir allí porque no hay personas alrededor. No está mi prima con la que me crié y que ahora tiene hijos con el hombre con el que yo he tenido los míos. No soporto verlos reír mientras yo estoy cerca cortando la carne de los conejos para todo el grupo. Por eso subo al abrigo y pinto en la piedra. Estuve atenta cuando aquel hombre de otro lugar nos enseñó cómo hacer polvo la piedra y utilizarla para pintar. Conseguí la mejor pluma de todos y por eso mis pinturas son las mejores. Me gusta pintar en este abrigo mientras el sol me calienta.
Los humanos amamos y odiamos desde que nuestro cerebro es capaz de albergar a nuestra mente. Siempre lo hemos hecho, desde el principio de los tiempos, como en esta pequeña historia que acabo de contar ambientada en la Prehistoria. Por supuesto, no sé si sucedió así realmente, pero sí sé que aquellas personas, hace 10.000 años, dedicaron su tiempo a hacer pinturas rupestres que aún hoy se conservan.
Cada una de las generaciones que poblamos este mundo hemos amado y odiado. Tú mismo lo haces de forma habitual. No es nada nuevo, salvo que ahora puedes amar y odiar también a través de una pantalla. O muchas.
Soy una gran fan de la serie Black Mirror y me estremecen sus historias por la cercanía con la que las sentimos, porque sabemos que, a no faltar mucho, pueden convertirse en realidad. Como ese capítulo en el que todo el mundo debe calificar, de forma inmediata, la interacción con otras personas, por más irrelevantes que sean. Como muestra en el capítulo, las personas se muestran hipervigilantes y recelosas de cualquier momento que pasan con otras personas, eliminando cualquier rastro de frescura y autenticidad. ¿Eliminando la verdadera felicidad?
¿Estás preparado para evaluar y dejar registro de cada momento que pases con otro? Y, más aún, ¿estás preparado para ser evaluado por otra persona y que ese registro sea permanente? Creo que no, porque nuestra mente funciona de otra forma.
Nuestra mente es capaz de olvidar las cuestiones que considera irrelevantes. Es verdad que tú puedes considerar irrelevante algo que a mí puede importarme muchísimo. Tú lo olvidarás enseguida y yo me acordaré siempre. Eso puede dar lugar a una fuente de conflictos. Pero, por suerte, hay muchas, muchísimas ocasiones en las que a ambas partes nos da lo mismo. Por ejemplo, al ir al supermercado, tanto yo como los empleados del local, nos olvidaremos al instante de lo que hemos hecho. No importa. Es irrelevante para ambos. Nuestra memoria lo olvidará y todos seguiremos nuestra vidas.
¿La tecnología nos permite olvidar fácilmente? ¿O cada vez que revisas ese post de Facebook recuerdas que Andrea no te mencionó aunque estabas en esa fiesta? ¿Eres capaz de perdonar a Andrea o sigues con esa “espinita”? ¿Es consciente Andrea de que ese error u olvido que cometió sigue interponiéndose en vuestra relación?
Me da igual que me feliciten mi cumpleaños. Absolutamente igual. Sin embargo, mi hermana me felicita siempre porque ella sí desea ser felicitada en el suyo. Yo, porque sé ésto y ella me importa, siempre la felicito en su cumpleaños y le doy un montón de besos y abrazos. Sin embargo, no tengo tanto cuidado en felicitar a otras personas. No es que no las aprecie, que sí lo hago. Simplemente no me esfuerzo tanto como lo hago con mi hermana. Pero, ahora, las felicitaciones de cumpleaños olvidadas gritan desde las redes sociales. Su ausencia destaca entre las decenas de felicitaciones de aquellos que sí hicieron su parte.
La presión social no termina en nuestro círculo de amigos y conocidos. La presión en el trabajo puede llegar más lejos de lo que lo hacía habitualmente. Esta semana he conocido una iniciativa de una gran empresa estadounidense. La acción consiste en haber desarrollado una app que es utilizada por todos los empleados de la empresa para evaluarse los unos a los otros en 100 puntos específicos. También se evalúa cómo lo has hecho en la reunión del martes con tus compañeros, o la llamada a ese cliente escurridizo. La empresa aduce como bondades del sistema, que permite eliminar la subjetividad al tener en cuenta muchas opiniones para poder juzgar el desempeño de una persona, sus competencias o su encaje en el puesto.
Imagínate que en tu empresa incorporan esa medida. ¿Te supondrá cierto aumento en el estrés social? ¿Crees que tus evaluaciones serían un fiel reflejo de cómo te ves a ti mismo? ¿Cómo reaccionarías si tus compañeros piensan de ti de forma muy diferente a como te hacen saber? ¿Crees que tú sí podrías ser objetivo con el resto de las personas? ¿Lo utilizarías como forma de venganza o para que alguien “tenga un escarmiento”?
De nuevo, la tecnología nos permite ser como ya somos y comportarnos como ya lo hacemos. En algunos casos es capaz de llevarlo al extremo e impactar de forma importante en nuestras vidas. Nos amplifica, con nuestras bondades y nuestras miserias. ¿Hasta dónde podremos llegar? No tardaremos en saberlo.