Corría el año 1938 en Alemania cuando Konrad Zuse creó la primera computadora electromecánica programable. Mil toneladas de peso. Un auténtico leviatán. La primera generación que desarrolló ordenadores en los años cuarenta jamás habría podido imaginar que, algún día, semejantes máquinas no serían casi nada en comparación con los terminales que ahora cualquiera transporta en su bolsillo. Aquello fue el principio de lo que conocemos hoy, igual que hubo un principio antes de aquello. Siempre es el principio.
Los smartphones han cambiado de un modo radical la manera en que funciona la sociedad: cómo interactuamos, cómo consumimos o cómo nos informamos. Inimaginable para las generaciones que plantaron las semillas que hoy son frutos. Los dispositivos móviles que usamos actualmente son alrededor de cien mil veces más potentes que los procesadores de las computadoras que la Nasa utilizó en 1969 para mandar al hombre a la Luna, según National Geographic.
Eso no es más que un indicador de a qué velocidad está sucediendo todo. No hay ni que remontarse al siglo pasado. Si en la década anterior nos hubieran dicho que estaríamos conectados a la Red como lo estamos ahora, seguramente muchos no lo habrían creído. Es más, existe una gran parte de la sociedad actual que apenas es consciente de la inmensa capacidad que tiene la tecnología en este momento. Y este sólo es el principio.
Nos abocamos a un mundo hiperconectado. Hasta ahora, la tecnología había servido para conectar a las personas y el próximo paso será conectar los objetos. El llamado Internet de las Cosas será una de las tecnologías que definirán la próxima década, aunque ya lo estamos viendo en los teléfonos, los relojes y los televisores (smart).
Ese escenario, sólo contemplable en un mundo con 5G, habilitará el uso del coche conectado (dado el tiempo de respuesta inmediato que requiere dicha tecnología) y de una inmensa cantidad de objetos asociados a la Red. La inteligencia artificial será clave: no habrá apenas interfaces y sí muchos comandos de voz. Parece ciencia-ficción, pero sin ficción. El mundo real y el digital se solaparán.
Llegados a ese punto, el ser humano apunta a ser el siguiente cuerpo en estar conectado a la Red. Sí, ya lo estamos, pero con extensiones a nosotros, como es el smartphone. La Singularity University, ubicada en el Centro de Investigación Ames de la Nasa, pronosticaba este año que la hiperrealidad formará parte del día a día del ser humano gracias a tecnologías adheridas al cuerpo. La realidad virtual y aumentada se acoplarán a lo que las personas verán en el mundo real, lo que hará que los individuos estén conectados en todo momento a Internet.
La vida cotidiana será irreconocible tal y como nos la imaginamos. Les pasó a las anteriores generaciones, y le pasará a la nuestra. La tecnología que hoy es puntera será prehistórica en unos años. Este no es más que el inicio de lo que está por venir, como lo fue antes y como lo será después. Siempre es el principio.