De la acción de Amazon a seis dólares a la sequía financiera: ‘réquiem’ por la burbuja de las ‘puntocom’
En apenas dos años, el estallido de la burbuja de las puntocom arrasó con una gran parte de las compañías que se subieron a la ola de Internet y que se atrevieron con negocios como la venta online de alimentos para mascotas o de prendas de lujo.
Si, en el año 2001, usted hubiera querido invertir 200 dólares en Amazon, habría podido comprar treinta acciones de la compañía y hoy contaría con una inversión valorada en millares de dólares. Lo mismo le ocurriría con Apple, cuyas acciones llegaron a valer poco más de 1,5 dólares a finales de ese año; o con Microsoft, que a principios de 2001 había perdido un tercio de su valor en el parqué.
En apenas dos años, el estallido de la burbuja de las puntocom arrasó con una gran parte de las compañías que se subieron a la ola de Internet y que se atrevieron con negocios como la venta online de alimentos para mascotas o de prendas de lujo. Modelos de negocio que, pese a que hoy en día están más que instaurados en la sociedad, sufrieron las consecuencias de la euforia de un mercado con unas expectativas muy altas, pero con unas bases nada sólidas.
Han pasado más de dieciocho años desde que el desplome del Nasdaq se convirtiera en el símbolo del estallido de la burbuja de las puntocom en Estados Unidos, y las empresas tecnológicas consolidaron su liderazgo en el mercado hace varios años. Pero por el camino quedaron muchas compañías, muchos millones y muchos empleados en la calle.
Captar usuarios y crecer a toda velocidad pasó a ser la estrategia prioritaria de muchas empresas ‘puntocom’
La burbuja de las puntocom empezó a hincharse unos años antes de la llegada del nuevo milenio. La Nueva Economía (el término acuñado por Brian Arthur para designar la economía basada en el conocimiento), el progreso tecnológico, la globalización económica y la promesa de un futuro que, pese a ser desconocido, sería totalmente distinto, atrajo al capital.
Inversores profesionales y particulares apostaron por invertir en esta idea de progreso que transmitían las puntocom. La adopción de Internet por parte de los ciudadanos dio alas a unos proyectos que proporcionaban justo lo que los inversores pedían: ambición, crecimiento exuberante y volumen de usuarios. La cuenta de resultados quedó en un segundo plano, lo prioritario era captar usuarios y, después, ya se vería cómo vendían sus productos o servicios.
Se produjo una “exuberancia irracional”. El término lo esgrimió Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos entre 1987 y 2006. Pronunciado en un discurso en 1996, las palabras del presidente advertían de la euforia desmedida del mercado. A modo de ejemplo, las acciones de Intel cotizaban a 17,11 dólares en junio de 1998. En los dos años siguientes, los títulos de la tecnológica tocaron su máximo histórico al situarse en 72,94 dólares en agosto de 2000 y, tras el estallido de la burbuja de las puntocom, tocaron mínimos en 14,46 dólares.
A inicios de los 2000 se cerró el grifo de la financiación en Estados Unidos
Se considera que marzo del año 2000 fue el momento clave en que esta burbuja perdió todo su aire. Ese mes, el Nasdaq tocó máximos históricos hasta acercarse a los 5.000 puntos y, en cuestión de semanas, cayó hasta los 3.529 puntos para, dos años después, no superar los 1.300 puntos. La caída fue intensa y se llevó por delante a muchos actores del sector.
¿Por qué estalló la burbuja de las puntocom? Existen varios factores que contribuyeron a la caída en picada. De una parte, el desconocimiento general del sector tecnológico y las posibilidades de negocio que brindaba. Este desconocimiento hinchó las valoraciones de un sector que, pese a contar con una masa crítica de usuarios, tenía muchas dificultades para rentabilizar sus proyectos.
El incremento paulatino de los tipos de interés, que provocaron la disminución de las inversiones en este tipo de valor, también contribuyeron al encarecimiento de la financiación. Y, por otro lado, los minoristas de Internet no consiguieron cumplir con las expectativas de sus inversores, que esperaban cosechar resultados récord en la campaña navideña de 1999, según Economipedia.
Yahoo saltó a bolsa valorada en 848 millones de dólares sólo dos años después de su fundación
A inicios de los 2000 se cerró el grifo de la financiación en Estados Unidos. Las empresas que tenían más recorrido y habían validado sus modelos de negocio, o aquellas que contaban con suficiente pulmón financiero como para sobrevivir a la sequía, superaron los tres primeros años después del estallido. Las acciones de Amazon, por ejemplo, llegaron a cotizar a 5,97 dólares en septiembre de 2001 y no consiguieron superar los 39 dólares hasta 2007. Cisco, cuyos títulos estaban valorados en 74,63 dólares en abril de 2000, se desplomaron hasta 10,53 dólares en octubre de 2002. Desde entonces, el grupo aún no ha conseguido superar los 42 dólares por acción.
Otro de los iconos de la burbuja de las puntocom fue Yahoo. El grupo salió a bolsa en 1996 valorada en 848 millones de dólares apenas dos años después de su fundación y, en los dos años posteriores al estallido, perdió la mitad de su valor. Pero la crisis también dejó otros cadáveres por el camino: Pets.com, que saltó al parqué en 2000, perdió 147 millones de dólares en los nueve primeros meses del ejercicio. En noviembre echó el cierre y su desaparición se saldó con el despido de 300 empleados.
La empresa de juguetes online eToys, por su parte, llegó a cotizar en bolsa a un precio de 84,35 dólares por acción en octubre de 1999 (en ese momento, los títulos de Amazon valían casi lo mismo). En tan sólo dieciséis meses, la inversión millonaria en campañas de márketing y otros elevó su deuda a 247 millones de dólares, lo que le obligó a declararse en bancarrota en febrero de 2001.
Otro de los casos que a día de hoy podrán recordar al lector a Amazon es Webvan. Su objetivo era que el usuario pudiera comprar productos de supermercado a través de la Red y que estos llegaran a su casa en menos de treinta minutos. La empresa llegó a captar hasta 800 millones de dólares a través de su oferta pública inicial y grupos de capital riesgo, pero los elevados costes asociados a la infraestructura y la inversión desmesurada desequilibró la balanza, llevando al grupo a cesar su actividad en 2001.