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Más márketing que ‘mentoring’: cara y cruz de las aceleradoras

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Más márketing que ‘mentoring’: cara y cruz de las aceleradoras

Pese a que la inversión en empresas emergentes no es el fuerte en la aceleración de proyectos, varios emprendedores echan en falta algo de financiación directa. Las ventajas de los programas son el mentoring y la red de contactos.

Descripción

Poca financiación, algo de mentoring y mucho márketing. Aceleradoras como Lanzadera prometen lograr en seis meses lo que los emprendedores harían en tres años, con un equipo de mentores de lujo y un networking excepcional. Pero no es oro todo lo que reluce.

Un mentoring deficiente, condiciones engorrosas y poca financiación directa para los proyectos son las críticas de algunos de los emprendedores rebotados más que acelerados, que critican que las aceleradoras buscan a menudo más márketing para sus impulsores que resultados reales.

Múltiples emprendedores acuden a las aceleradoras con el objetivo de recibir asesoramiento, red de contactos y una inyección de capital, aunque esto último no está garantizado. La aceleradora Lanzadera asegura que ofrece a los emprendedores los recursos necesarios para convertir “sus sueños en realidad”. Conector, por su parte, centra su apuesta en lo que llama “mentoring de verdad”.

Las aceleradoras han cobrado importancia como un player más dentro del ecosistema del emprendimiento. En 2005, nació la estadounidense Y Combinator para acelerar empresas emergentes, es decir, impulsar su crecimiento. Su modelo se replicó rápidamente en todo el mundo, incluida España, donde la crisis económica no hizo más que acentuar su proliferación. Desde entonces, los programas se conciben como trampolines para compañías nacientes que buscan validar su modelo de negocio.

“Pocas aceleradoras ponen unos medios que permitan que el negocio cambie de forma radical”, asegura un directivo

“Es un error que una aceleradora no inyecte capital directamente, sobre todo cuando hablamos de empresas que están en un punto inicial en el que el emprendedor tiene mucha implicación”, afirma el consejero delegado de una start up que ha pasado por Conector. “Si el emprendedor no tiene ni para pagarse un salario mínimo es complicado y lento escalar el proyecto”, apostilla.

En el caso de Conector, la aceleradora acoge a empresas en fase semilla o en fase growth para su programa de cuatro meses. Durante ese periodo, la organización busca que los proyectos tengan un modelo probado e invertible. La aceleradora, que cuenta con Carlos Blanco, Gerard Olivé, Marc Ros, Marc Vidal, Miguel Vicente, Risto Mejide y Xavier Verdaguer como socios, recibe a cambio una participación de entre el 5% y el 10% de la start up.

“Hay formación, pero pocas aceleradoras ponen unos medios determinantes que permitan que el negocio cambie de forma radical”, opina el directivo de una empresa que pasó por Plug&Play. En ese aspecto, “hay un momento en el que sirven más para dar reconocimiento y para avalar un proyecto que no para cambiar el futuro de la compañía”, señala. Incluso se produce casi un efecto a la inversa: “quieren tener a empresas conocidas y, a veces, seleccionan a start ups más avanzadas de lo que deberían y no readaptan el programa”, afirma la fuente.

La voluntad de hacer márketing es patente, coinciden las fuentes. Un ejemplo muy claro es Wayra, propiedad de Telefónica, que suma una larga lista de proyectos que pasaron por el programa y se quedaron en el camino, llevando a la aceleradora a acumular pérdidas de más de cuarenta millones de euros.

Un mal, que podría catalogarse como endémico, es que los proyectos en los que invierten las aceleradoras atraviesan fases muy tempranas, por lo que es complicado medir el potencial de cada tecnología y asegurar cierto retorno de la inversión. Para Wayra, esta visión ha cambiado. Telefónica ahora busca empresas maduras, con modelos probados, que enriquezcan la cartera de servicios digitales del grupo.

Una ex Lanzadera critica precisamente que la aceleradora impulsada por Juan Roig no es más que una estrategia de márketing, un síntoma de estrategia de responsabilidad social corporativa. A ello se suma un grupo de “mentores con un modelo rígido”, que utiliza un discurso aplicado a Mercadona nada flexible y adaptado a una start up tecnológica.  

Donde algunos ven palabras encorsetadas, otros encuentran un modelo inspirador. Project Lobster, que fabrica y vende gafas por el canal online, se encuentra actualmente en pleno proceso de aceleración en Lanzadera, y Oscar Valledor, cofundador y consejero delegado de la start up, afirma que el programa es útil para “validar el modelo de negocio y profesionalizarse”.

Wayra ahora busca empresas maduras para enriquecer la cartera de servicios digitales de Telefónica

Lanzadera, que no se queda con ninguna participación de la empresa emergente, pone a su disposición servicios de gestoría, especialistas y cobertura de gastos con hasta 200.000 euros. ¿Quién sale ganando entonces, la aceleradora o la acelerada? “Claramente la start up”, responde Valledor. La organización ofrece un préstamo participativo convertible ajustado a las necesidades de cada proyecto, con la deuda pendiente que ello supone para la start up.

Algunos emprendedores sí destacan el mentoring y, sobre todo, la red de contactos como los dos fuertes de las aceleradoras. La plataforma de compraventa de bicicletas Tuvalum pasó por Demium Startups en 2014. “Me ayudó a entender el ecosistema, a validar la idea y a generar contactos”, indica Alejandro Pons, consejero delegado de la empresa. En ese sentido, el directivo destaca que allí conoció a un socio que conserva en la actualidad. El único ‘pero’ es la financiación directa. “Se fomenta mucho el tener un buen equipo, aprender y generar red de contactos, pero no tanto la parte económica -señala-; lo que quieren conseguir tras los meses que dura el programa es que la start up consiga cerrar una ronda de financiación”.

El máximo responsable de Tuvalum, que también participó en programas de Seedrocket y Plug&Play, afirma que sus expectativas con las aceleradoras “quedaron totalmente cumplidas”. Hay emprendedores que son conscientes de los límites que tienen esta clase de programas, en los que sobre todo aprenden más acerca de su negocio y conocen a potenciales inversores y colaboradores.

A más aceleradoras, más inversores. Cambian los tiempos y existen más recursos, pero también más proyectos. Las aceleradoras se convierten, así, en un intermediario, un filtro que permite a las start ups que lo superan ofrecer una garantía más a los inversores potenciales: si has superado los criterios para entrar en tal aceleradora, su modelo y su equipo tienen cierto aval.

Gerardo Redondo, country manager de la aseguradora digital Zego, también pasó por Plug&Play a través de Kame, aplicación deportiva de la que fue cofundador en 2014. “La calidad de los proyectos era muy alta, había un gran networking y se pretendía dar visibilidad internacional”, explica el directivo, que también tiene experiencia con Lazarus, de Caja Rural Castilla-La Mancha, y Citizen Bootcamp, un programa liderado por Citi y Deusto Business School.

Pablo Rabanal, fundador y consejero delegado de Reclamador, especialista en la gestión de demandas de consumidores, asegura que el paso de su empresa por la aceleradora Seedrocket le permitió situarse en el mercado y darse a conocer entre inversores de primer nivel. Es más, la participación de Reclamador en el concurso de 2012 de Seedrocket propició que la compañía accediera a “una red de inversores que han provocado un efecto dominó con otros inversores desde entonces”.

La aceleradora indica que la primera ronda de inversión por parte de sus mentores es de entre 20.000 euros y 150.000 euros. Después, tras pasar la etapa de aceleración, la empresa organiza un Investor’s Day en el que las start ups levantan rondas de entre 150.000 euros y 500.000 euros. Entre los mentores están Vicente Arias (Coverfy), Marek Fodor (Kantox), Iñaki Arrola (K Fund) y François Derbaix (Indexa Capital).