De Ex Machina a Cassandra: Tienes 3 años para decidir si quieres un robot en casa
Imagina un hogar gestionado por un asistente robótico capaz de limpiar, organizar y cuidar de ti. ¿Estamos listos para convivir con máquinas inteligentes que podrían cambiar nuestra vida?

El futuro de la robótica está cada vez más cerca del hogar. Empresas como Tesla, Nvidia y otras están desarrollando robots humanoides con el objetivo de convertirse en asistentes domésticos perfectos. Máquinas que no solo limpian, organizan y cocinan, sino que gestionan el hogar con un nivel de excelencia imposible para un humano.
La pregunta es inevitable: ¿Realmente queremos poner un bicho de estos en casa?
Si pensamos en Ex Machina, Ava y Kyoko son la prueba de que los robots pueden hacer mucho más que simplemente obedecer. Pueden aprender, adaptarse y actuar por cuenta propia. En el caso de Kyoko, su silencio y aparente obediencia eran solo una máscara de algo más profundo. ¿Hasta qué punto la autonomía de la IA sigue siendo un arma de doble filo?
Un hogar perfecto… y un asistente que nunca descansa
Los beneficios de un asistente robótico son obvios. Imagina una máquina capaz de mantener tu hogar en perfecto estado sin necesidad de instrucciones constantes. Que pueda gestionar compras, cocinar, organizar, limpiar y hacer todo lo que normalmente requeriría horas de trabajo diario.
Piensa en la rutina diaria. Te quitas la ropa y la tiras en un cesto. Al día siguiente, aparece en el armario perfectamente doblada, planchada y oliendo a lavanda. Los platos nunca se acumulan en el fregadero, el suelo siempre está impecable, el café está listo a la hora exacta en la que te gusta tomarlo. Y todo esto sin mover un solo dedo.
Pero la idea no se detiene ahí. Si estas máquinas alcanzan niveles avanzados de IA conversacional, podrían suplir parte de la necesidad social de los humanos. La soledad podría reducirse. Podríamos tener conversaciones estimulantes con una entidad que aprende de nuestras preferencias. ¿Un coach personal? ¿Un fisioterapeuta en casa capaz de hacer masajes y corregir posturas? ¿Incluso una pareja emocional o sexual?
Y más allá de lo personal, estos robots podrían ser aliados invaluables en el cuidado de nuestros mayores o incluso de los más pequeños de la casa. Un asistente que no solo ayuda, sino que cuida, recuerda medicaciones, detecta emergencias y actúa con rapidez en situaciones críticas.
Y lo mejor (o peor) de todo: no estamos hablando de un futuro lejano. Esto está ocurriendo ahora mismo.
Regular o no regular: el dilema de siempre
Aquí entra el gran debate: ¿qué hacemos con esto?
Nuestra mentalidad europea nos lleva inevitablemente a la regulación. Nos da miedo el caos, nos aterra la idea de que una IA pueda hacer algo impredecible. Así que lo primero que queremos es poner normas, límites, restricciones. Y eso puede ser un error.
Si regulamos demasiado, el resultado será un imposible. Un camino que nos llevará a robots aspiradores y no asistentes humanoides reales. No avanzaremos, nos estancaremos en un punto donde los robots son poco más que juguetes inteligentes. Volveremos al robot aspirador que no puede subir escaleras.
Por otro lado, es cierto que sin regulación esto puede dar miedo.
Pero adentrémonos en las posibles regulaciones que las brillantes mentes de políticos podrían proponer.
¿Robots desconectados de la red? Una opción es que los robots solo funcionen con un ordenador central y sin conexión a Internet para evitar que se comuniquen entre ellos. ¿Así evitamos que acabe pasando lo de US Robotics en Yo, Robot? Bueno, esto es Cassandra en Netflix… y tampoco sale bien.
¿Regular cada acción y decisión? Si intentamos regular cada aspecto de la IA, corremos el riesgo de que la tecnología no pueda avanzar. Las grandes revoluciones tecnológicas no han nacido de la regulación, sino del caos. ¿Se acuerdan del Big Data y los algoritmos de decisión? También los quisieron regular, fue divertido.
La realidad es que esto pide no regular. No porque no haya riesgos, sino porque sin ese margen de libertad no habrá avances significativos. O nos lanzamos o nos quedamos con aspiradoras glorificadas.
Entonces, ¿qué hacemos?
¿Queremos robots humanoides en nuestros hogares? Sí/No.
¿Los queremos con capacidad de decidir por sí mismos? Si/No.
¿Queremos que tengan conexión a Internet? Si/No.
La conversación con compañeros y pareja
Durante esta semana, y después de ver Cassandra en Netflix, he hablado mucho sobre este tema con varios compañeros de trabajo y con mi pareja. Las opiniones son tan diversas como podrían ser. Sin embargo, todos, en algún punto, tienen un temor común: ¿realmente queremos poner a un robot con autonomía en casa?
Algunos piensan que, en una pelea cuerpo a cuerpo, ¿será posible detenerlo? ¿Pesará demasiado o podrá vencernos? Otros, incluso se han imaginado encerrando al robot en un armario cuando estamos en casa, para asegurarse de que solo trabaje cuando no estemos presentes.
Y luego, inevitablemente, surge el tema de las mascotas. ¿Cómo reaccionarían los gatos ante un robot de estos? Las imágenes de verlos interactuar con un bicho que camina, limpia y hace tareas en la casa son, cuanto menos, divertidas.
Mi opinión: Estoy en el 55/45
A pesar de los miedos, debo admitir que los beneficios de los robots humanoides me atraen mucho. Tener la casa perfectamente impoluta sin mover un dedo, el jardín siempre en orden, que el robot haga las pequeñas reparaciones que yo no sé hacer, o incluso que corte el césped. También me emociona la idea de tener un fisioterapeuta en casa, que nos ayude a mejorar la postura o a relajarnos después de un largo día de trabajo.
Además, estos robots pueden convertirse en elementos de seguridad para evitar robos, siempre vigilantes. Es una locura pensar que no estamos tan lejos de tener algo así, pero al mismo tiempo, no puedo dejar de sentir un poco de miedo por las implicaciones de la autonomía de estos robots.
La tecnología avanza a pasos agigantados, y estamos a 3-5 años de tener que tomar una decisión sobre si queremos tener uno de estos "bichos" en casa. Ya vemos cómo se están desarrollando avances tecnológicos muy cercanos a esto, y la velocidad de desarrollo de estos robots será imparable. El único obstáculo es la capacidad de generar chips, pero incluso eso podría resolverse con el tiempo.
El futuro de los robots en casa presenta un potencial asombroso, con beneficios incontables. Pero, al mismo tiempo, los riesgos no deben ser ignorados. Es fundamental empezar a pensar en esta pregunta: ¿queremos tener estos robots en nuestros hogares o no? Esto no va de tener un Alexa en casa, es otra cosa muy distinta.