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27 Nov 202415:40

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‘Get large or get lost’: la resaca de la burbuja de las ‘puntocom’ en España

14 May 2018 — 04:57
A. Pijuán
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El estallido las puntocom en España dejó paso a una sequía financiera que se llevó por delante muchas de las empresas que estaban en marcha. La crisis dio como resultado proyectos más realistas y un sector más profesionalizado.

‘Get large or get lost’: la resaca de la burbuja de las ‘puntocom’ en España

 

Si a principios de la década de los noventa le hubieran dicho que dos décadas después sería capaz de comprar un billete de avión para viajar a Indonesia, conducir un coche eléctrico, comprar toda la ropa que hay en su armario a través de la Red o realizar la declaración de la renta online, podría pensar que le estaban tomando el pelo.

 

A finales de los noventa, Internet aún tenía una penetración ínfima en España y en muchas oficinas se hacía cola para enviar un correo electrónico en los dos únicos ordenadores que había en las oficinas. Algunas empresas, de hecho, no sabían ni lo que era un correo electrónico. “No sabíamos ni nosotros lo que estaba pasando, era una locura -asegura Fernando Llamas, cofundador del motor de búsqueda Ozú, a Kippel01-; estábamos construyendo algo que no existía como tal”.

 

Para Francesc Saldaña, cofundador de Net Translations, era la “prehistoria de Internet”. El directivo explica que en ese momento ni siquiera estaba definido lo que significaba tener un negocio relacionado con Internet. “Se copiaban modelos de Estados Unidos pero sin apenas financiación, casi ni existía el capital riesgo”, asegura el directivo.

 

 

 

 

Desde Estados Unidos llegaban noticias sobre el salto a bolsa de un motor de búsqueda creado por unos chavales que había debutado en bolsa por una cifra con más de seis ceros. Yahoo, le llamaban. Poco antes, Amazon había dado el salto al parqué. Aquilino Peña, que en 1999 cofundó la plataforma de ecommerce Submarino, recuerda la vorágine que caracterizaba el sector. En menos de seis meses, su empresa inició operaciones en cinco países. “Fue un exitazo de crítica, pero no de público”, indica el actuar cofundador de Kibo Ventures. “La masa crítica de clientes de comercio electrónico era muy baja”, asegura.

 

En España, muy pocas personas entendían cómo funcionaba la industria, pero la competencia era mínima y el apetito inversor, voraz: la oportunidad estaba clara. “Cada día, entre 1996 y 2000, había un titular en los medios de comunicación relacionado con Internet”, asegura Llamas. En el periodo mencionado, España asistió al nacimiento de Ozú, Olé (que posteriormente se convirtió en Terra, uno de los símbolos más característicos del estallido de la burbuja de las puntocom en el país), eDreams, Lleida.net, Ready Soft, Atrápalo, Latinred, Net Translations, Idealista, Grupo Intercom, Top Rural o Hispavista, entre muchas otras.

 

La eclosión del sector fue brutal, especialmente gracias a los inversores. La salida de Terra a bolsa y su escalada en el mercado no fue más que un reflejo de la dinámica de los inversores. Tal y como explica a Kippel01 Eduardo Berrocal, cofundador de DvdGo y actual consejero delegado de Runnics, “la norma era simple: da igual la cuenta de resultados, hay que maximizar el crecimiento”. Y así, al compás de mantras como get large or get lost build it and they will come, el sector fue ganando tamaño a golpe de chequera.

 

“Los proyectos nacían con visión financiera”, explica Sacha Michaud, cofundador y director de tecnología de Latinred, que protagonizó una de las mayores operaciones corporativas en España al pasar a manos de Starmedia en 1999. “Se invertía en cualquier idea, sin modelo de negocio, sin rentabilidad -expone el actual cofundador de Glovo-; los inversores no entendían el sector, pero no querían quedarse fuera”.

 

 

Marzo de 2000: ¡boom!

“Las buenas olas llegan a España en dos o tres años, mientras que las malas llegan al día siguiente”, apunta Carlos Blanco, cofundador de ServiFutbol.com y First Tuesday. El estallido de la burbuja de las puntocom en Estados Unidos se produjo, de forma simbólica, en marzo de 2000: el Nasdaq se desplomó, las empresas perdieron millones y muchas se vieron obligadas a cesar su actividad.

 

En España, los cierres no llegaron hasta 2001. “A partir de ese año, nadie quiso saber nada de Internet”, recuerda Berrocal. Especialmente en el caso de los inversores. Según explica Michaud, “había muchísimos proyectos con financiación futura y el dinero empezó a desaparecer”. Aquellos que habían conseguido establecer un modelo de negocio viable y con sentido mantuvieron el pulso, mientras muchos otros negocios se vieron abocados a su desaparición.

 

“Hubo una sequía que duró unos cuantos años, pero dudo mucho de que los negocios más relevantes entre 1999 y 2000 fueran negocios consolidados y rentables -argumenta Antonio González-Barros, cofundador y presidente de Grupo Intercom-; el negocio estaba muy tierno y con la crisis se paralizó sensiblemente”.

 

 

 

Otros consiguieron salvar las naves. A modo de ejemplo, Grupo Correo (actualmente conocido como Vocento) se hizo con Ozú en febrero de 2001, aunque Llamas crítica que no supieron aprovechar el potencial de Internet. “Vocento era un reino de tafias, no había sinergias como tal”, explica este. La empresa cofundada por Saldaña, Net Translations, pasó a manos de Unión Fenosa ese mismo año; mientras que la plataforma española de Submarino fue comprada por Carrefour. El presidente de Grupo Intercom reflexiona que “si la burbuja hubiera llegado en 2003, nos hubiera encontrado con empresas con cierto recorrido, tamaño e inversión propia”.

 

¿Hubo voces críticas? Los entrevistados consideran que a duras penas. “En Estados Unidos era increíble, ahora miras atrás y piensas: ¿cómo no me di cuenta?”, cuenta Michaud, que califica de ridículo el número de brokers que entraron en start ups. Algo similar ocurrió con muchos consultores, que decidieron lanzarse a crear sus propios proyectos sin tener en cuenta la figura del emprendedor. Tal y como explica Blanco, “muchos de los que se subieron a la ola del sector regresaron a las corporates”.

 

“Mucha gente dejó atrás su profesión para entrar en Internet, primero porque había que estar, y segundo porque se podía dar un pelotazo en dos días -expone el cofundador de Ozú-; se decía que cualquiera podía hacerlo y que cualquier cosa que oliera a puntocom podía venderse”.

 

 

 

 

La burbuja de las puntocom dejó a muchas compañías de Internet tocadas y hundidas. Pero, como todo en la vida, hubo una cara B. “A raíz de la crisis, fue imposible crear start ups que no fueran negocios que generaran ingresos, los proyectos que surgieron entre 2002 y 2004 contaban con un alto nivel de realismo y un modelo de negocio definido desde el primer día”, indica el fundador de First Tuesdays, una idea que comparten tanto Michaud como Berrocal. “Se regresó a los criterios tradicionales”, indica el último.

 

A partir de 2005, el mercado se volvió a animar. La buena evolución de empresas como Privalia, eDreams o Atrápalo contribuyeron a la recuperación de la confianza en el sector. En paralelo, la creciente penetración de Internet y del comercio electrónico, el descenso de los costes de conexión y la reaparición de modelos de negocio en el momento adecuado volvieron a impulsar el sector de forma “tímida”, recuerda Aquilino Peña.

 

Casi dos décadas han pasado desde que la crisis de las puntocom llegó a España. El balance que hacen aquellos que protagonizaron este momento es, no obstante, positivo. “Pese a que las valoraciones actuales siguen siendo brutales, no tiene nada que ver con lo que ocurrió en ese momento”, señala Peña, que asegura que la carrera por el ver quien crece más rápido ya no funciona.

 

 

 

 

“Viéndolo con perspectiva, el balance de lo que ocurrió es muy positivo -explica Llamas-; se dejó una semilla, ahora es muy fácil ver si un plan de negocio determinado tiene lógica”. Lo mismo considera Saldaña, que reflexiona que se “crearon muchas reglas, servicios y productos que han permitido que ahora exista una historia concreta de Internet”.

 

En la opinión de Michaud, el crecimiento actual del sector (que está más profesionalizado) poco tiene que ver con los años anteriores. Para Blanco, las reglas del juego ya no son las mismas y el sector ha pasado “del Internet de la especulación al transaccional”.

 

El cofundador de DvdGo no ve tan improbable que vuelva a producirse una burbuja en el sector. “Cuanto más goloso es el pastel, más te apetece, aunque no lo entiendas. Es la condición humana”, asegura Berrocal, que considera que el inversor no está preparado para un análisis riguroso del negocio digital porque no conoce bien la tecnología.

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